En el pueblo de San Clemente (Perú), en medio de las ruinas del
terremoto, en un hospital de campaña atendido por voluntarios del SUMMA
madrileño, ha nacido una niña. Los padres han decidido que se llamará
España.
Me emociona leerlo. Porque, cuando tantos se avergüenzan aquí
patéticamente de su propia identidad nacional, en ese rinconcito del
Perú el nombre de España ha sido elegido, con gratitud, por una familia
humilde para su hija. Al otro lado del Atlántico, España significará
vida entre tanta muerte, alegría entre tanto dolor, esperanza.
Al parecer -porque he leído versiones contradictorias en distintos
medios- el médico que atendió el parto, Yuri Campos, es un peruano
ejerciente en España que estaba disfrutando de sus vacaciones y, cuando
tuvo conocimiento de lo del terremoto, las interrumpió para marcharse
voluntario a su país. Su hijo se quedó sin un paseo a caballo que le
había prometido este verano. Si no lo entendió ahora, que supongo que
sí, algún día ese pequeño sabrá que tiene motivos para sentirse
orgulloso de que su padre aplazase el cumplimiento de esa promesa.
Leo en otro blog el conmovedor relato de un peruano que está viviendo
el día a día en aquella zona. No tengo que añadir ningún comentario. Él
lo expresa mejor que yo, porque lo siente de cerca y lo vive en su
propia carne:
"Más allá del dolor se ubica un espacio propio para la creación,
después de la desgracia sobreviene la esperanza, luego del llanto se
dibuja en los rostros nuevamente la risa. En este umbral y en medio de
tanta destrucción, se alzan, como queriendo decir gracias, hermanos del
mundo, los gritos de ilusión que nos contagia una recién nacida. Es
mujer, desde su origen lleva en ella misma el toque divino de la
maternidad, será madre un día. La trajo al mundo un brigadista español y
en gratitud a él y en honor a otra madre, la Madre Patria, se llamará
España.
España ha nacido en medio del dolor. España ha nacido para decirnos
que la esperanza no es lo último que se pierde, sino que más bien es
para nosotros lo único que no se pierde, ni se perderá jamás. España
grita al mundo que estamos vivos para seguir viviendo.
Qué cosas tiene la vida escritas: ante tanta muerte y devastación son
ya ocho los nacidos. No sé cuántos son varones y cuántos son niñas,
pero han nacido para contarle al mundo que aquí, en mi tierra, no se
rinde nadie".
Tras recordar la lucha contra el terrorismo en su patria dice que
ahora "la hemos visto florecer nuevamente y estamos dejando lo que nos
resta de vida para verla crecer. No nos va a arrebatar ese sueño la
adversidad (...). A todos, gracias, gracias con el corazón de peruano.
Alguien le contará a esta niña un día por qué se llama así, su
pequeña historia personal y la de su pueblo. Y le contará que fue una de
las primeras alegrías para su familia y para muchas personas en medio
de la devastación. Le contará una historia de inmenso dolor y de
solidaridad, de cómo las personas a veces son capaces de mostrar lo
mejor de sí mismas en las peores circunstancias.
Que tu familia y tu país disfruten de tiempos de esperanza. Que seas muy feliz, mi pequeña España-Olenca Rivera.
Por Carlos Javier Galán (Septiembre del 2007)
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