"Recuerdo mi orden tajante: «Félix, ese
perro no da un aullido más, tú te encargarás de hacerlo. Ahórcalo. No
puede volver a ladrar... Con toda lentitud sacó una soga, la ciñó al
cuello del animalito y empezó a apretarlo. Los cariñosos movimientos de
su cola se volvieron convulsos de pronto, para ir poco a poco
extinguiéndose al compás de un quejido muy fijo que podía burlar el
círculo atenazante de la garganta.»
-Pasajes de la Guerra Revolucionaria- por Ernesto Che Guevara.
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