La presidenta Cristina Fernández de Kirchner
arribó el 12 de enero a Emiratos Árabes Unidos para iniciar una gira por Asia que
también incluirá visitas Indonesia y Vietnam, donde se reunirá con sus
pares y empresarios de esos países.
Llegó al
aeropuerto de Abu Dhabi a las 10.48 de Argentina (17.48 del país
asiático), a bordo de un avión privado junto a su comitiva, se informó
desde la Casa Rosada. La mandataria inició su actividad oficial el día 13: participará de una Cumbre de Energía y se reunirá con
autoridades locales y con empresarios del área de energética.
Cristina
se alojará en una de las "suites" de último piso del Emirates Palace, el
hotel que costó tres mil millones de dólares, el más caro del mundo.
Puro oro y mármol, con habitaciones que van entre los 1.400 y 17.000 dólares por noche. Sin impuestos. Consultados Presidencia y el hotel sobre quién pagaba los gastos, ninguno respondió al diario Clarín.
El
Emirates Palace es, en realidad, un palacio que funciona como un hotel.
Se intenta terminar con la discusión con sus competidores asiáticos y
árabes sobre cuál hotel es el más lujoso o si merece la categoría inexistente de siete estrellas.
El
Emirate Palace remite sin dudas a un palacio con su estructura dorada
de 114 cúpulas: la más grande, de 74 metros. Con 1.200 cristales de
Swaroski en sus lámparas colgantes, la más monumental pesa dos toneladas
y media.
El hotel tiene 128 cocinas y la muestra de que el jugo es exprimido lo muestra otro récord: por año se usan 200 toneladas de naranjas.
El
edificio se acomoda sobre cien kilómetros en la costa de Abu Dhabi, la
capital de Emiratos Arabes Unidos, donde la Presidenta inicia hoy su gira de once días por Asia.
Cristina Fernández de Kirchner podría hacer sus habituales caminatas
matutinas por los senderos que a lo largo de seis kilómetros cruzan el
parque. En él hay 8.000 árboles, una excepcionalidad en el desierto de
Abu Dhabi, un emirato que se mantiene siempre verde gracias a los mil millones de litros de agua desalinizada que por día se vierten para regar sus parques.
También
podrá disfrutar de “soñadas” arenas blancas y del mar turquesa del
golfo. Aunque lo debería hacer a partir de mañana: desde el viernes
pasado fuertes vientos obligan a los empleados del hotel a levantar los
muebles de playa por temor a que salgan volando. La playa es privada: de
acceso exclusivo para los huéspedes.
Pero si el clima de afuera no ayuda, todavía queda el hotel. El hall de acceso, con adornos en oro puro,
se abre en varios y enormes pasillos que desembocan en salones y
pequeños ambientes. Con suma discreción aparecen cada pocos metros
empleados y guardias de seguridad.
Se estima que por huésped hay seis empleados.
Pero siguiendo el recorrido y hacia la izquierda, siempre mirando al
mar a través de ventanales monumentales, varios pasillos recuerdan a un
museo. En las vitrinas hay piezas originales de la Antigua Grecia, China
y de arte precolombino. Las cúpulas también sirven para dividir
ambientes y separar locales, la mayoría joyerías.
Como oasis en
un desierto de alfombras hechas a mano aparecen los bares y
restaurantes. Son más de veinte. El primero es Le Café, que ofrece un té
al mejor estilo británico por casi sesenta dólares.
Los
sillones bajos con mesas pequeñas suelen ser los preferidas de las
mujeres árabes que, con sus trajes típicos, pasan las horas de la tarde.
El capuccino, otra especialidad, se sirve en una bandeja de plata con
un dátil y un pequeño souflé de chocolate como acompañamiento.
Cuesta cien pesos argentinos.
En
el bar también se ofrece caviar Beluga iraní, los cien gramos cuestan
mil dólares, y hay un champagne especial –Emirates Palace Luxor Gold– de
1.500 dólares. En la carta de vinos figura uno argentino: el Yacochuya,
es el único del país y se ofrece por 250 dólares.
El Emirates
Palace pertenece al gobierno de Emiratos Arabes Unidos, pero es
administrado por la compañía alemana Kempinski. Tiene 349 habitaciones,
92 de ellas en suites, que van de los 55 a los 680 metros cuadrados. De
ahí la variedad de tarifas.
Las del piso superior son las más
caras y están reservadas para los miembros de las familias reales árabes
y para jefes de Estados en visita al país.
En una de ellas pasará las próximas noches la Presidenta.
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