Impresiona ver la maleta que acompañó a José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia en sus últimos días, ver la pluma con la que escribió su testamento y sus últimas cartas antes de
que le rompieran el pecho las balas de la sinrazón y el odio; el mono
azul con el que le retrató en el patio de la Modelo su amigo Antonio, sus gafas -rotas-, sus escapularios y la pelota con la que jugaba con
su hermano al frontón, sus camisas con la corona y la E de Estella, una
cinta con los colores de la pólvora y la sangre...
José Antonio, ahora ya está en los luceros, sigue presente entre nosotros, las balas jamás lograron matar su alma.
¡Arriba España!
¡Volverá a reír la primavera!
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